domingo, 20 de mayo de 2012

Algo viejo, algo nuevo, algo azul?



Amaneces todos los días a la mañana, a la misma hora, desayunas lo mismo, el mismo apuro, el mismo tic- tac, subes al mismo transporte en la misma esquina, para llegar al mismo trabajo en el que te espera la misma gente; con la misma cara, las idénticas órdenes y la misma displicencia; sin pensar que alrededor de 7 mil millones de personas en el mundo están haciendo las mismas cosas, al mismo tiempo, con el mismo impulso, también sin pensar. Me pregunto entonces si habrá entonces posibilidades de cambiar el curso de las cosas; si será que de repente podamos levantarnos un buen y definitivo día en que los problemas se derritan como en la canción, como gotas de limón.
¿Hay algo que quede por inventar? ¿Realmente estamos eligiendo lo que en verdad queremos elegir; son opciones las que se nos presentan diariamente o son simplemente directrices del rumbo que desde algún punto macabro "unos tipos" quisieron hacernos caminar? Pareciera que sí, cuando cotidianamente desde algún punto esperanzador, los pequeños placeres cotidianos nos acercan a un estado de sopor en el que pareciera que no hace falta pensar; un intenso estado hipnótico en el que el desfile de escaparates en las vidrieras pareciera calmar esa angustia existencial, ese agujero que no tapa ningún pan. 
De acuerdo estamos en que sería triste todos los días percatarnos de que, desde el momento en que nacemos, nuestras posibilidades, como en una película de terror, fueron establecidas. Podemos jugar las cartas de diversas maneras, y alcanzar la mejor mano posible; pero las estrategias ya están previstas de antemano. Nos sentimos libres comprando la tv más grande, el perfume más bonito; y parafraseando al más lúcido Mark Renton, eligiendo quién ser los domingos en la tarde con el culo apoyado en nuestro mullido sillón. Los carteles de las autopistas, luminosos como si rezaran el credo de las mil y un recetas para la felicidad nos invitan a probar los bocados de realidad de una vida de la que solo podemos catar pedazos.
Just do it!, Hazlo chico! Compra la felicidad al alcance de tu bolsillo....nos tornamos cada vez más, mientras la rueda gira sin parar y al parecer en la misma dirección, en neanderthales sin garrote empuñando androides que reemplazan las humanas conversaciones que antes solían entretenernos. Tergiversamos palabras, malentendemos mensajes, entendemos cada quien lo que quiere entender. Todos estamos ocupados, sin saber para qué. Desvariados caminamos disfrazando las caras largas con el maquillaje que simula sonrisas y rodeándonos del arte que borra el ocaso de lo bonito. 
La soledad descansa todos los días sobre los teclados de millones que han desdibujado la compañía de los amigos, que le sacaron la magia, que reemplazaron los abrazos por emoticones vacíos y frases copiadas de la puerta de algún baño público. Antes la soledad era la simple ausencia de compañía. Hoy a la pobre la han hecho esconderse nuevamente en el placard. Con acceso a la web; todos parecieran devenirse en falsos Roberto Carlos; porque al mejor estilo del ganador al millón de amigos; todos apuestan. Apuestan acumularlos en sus perfiles, como si fueses piezas de un ajedrez del sinsentido. Están ahí, boyando en los límites de la sinrazón. De algunos nada se sabe, nada se recuerda, todo se ignora. El "todo bien" por respuesta reemplazó a la inabarcable cantidad de historias que surgían de los espíritus exaltados. Se les escapaban de la lengua, y brotaban por doquier frente a cualquier encuentro. Todo se burocratizó. Para ser amigo deben aceptar primero una solicitud, completar un par de preguntas, y diplomáticamente indicar que estás de acuerdo en algo que le gusta a un don nadie que tienes ahí cada tanto tiempo. Las relaciones dignas de una película de Fellini, con los platos voladores de porcelana, el llanto desgarrador y todo son reemplazados por un paradójicamente simple: "es complicado" al describir la relación con un estilo no muy distinto al utilizado al completar un formulario de alguna entidad bancaria. La red tiende a nuclearnos en el desamor, en la falta; la red es motivo del deseo, lo alimenta, nos hace vulnerables. Nos engañamos, cerramos los ojos, otra vez se nos abre un mundo nuevo; desde la comodidad de nuestras casas, en el anhelo de descansar nuestras mentes, de abrigar nuestras culpas, de evadir responsabilidades, de sumar egos. Queremos todo lo que no podemos tener; y eso nos hace seguir conectados; descuidando a la distancia aquello que tenemos más cerca. En las palabras, en cada click se nos escapa un beso; un segundo compartido: corremos en círculos buscando evadir el ocio de lo que antes solía divertirnos y que nos paraliza ante la búsqueda de la humanidad que de seguro no encontraremos detrás de una pantalla; ante el estupor que nos produce el encuentro, el desencanto, el desamor, el desapego, el miedo; que son las delicias que nos llevarán a lo que nos hacía sentir humanos, a sentir con todas las letras con lo que eso implica: con las pasiones que hay que desenfrenar, con los encuentros que hay que sobrellevar, con el peso de cada adiós, con la satisfacción de cada hola, con la esperanza de cada abrazo. Si no hay nada nuevo que inventar, nuestras vidas debieran ser al menos, una invitación al asombro, un empujón al no sé, y por sobre todas las cosas, una diaria y cotidiana posibilidad.