domingo, 1 de julio de 2012

Despierta Paraguay!!!!

Como en una película de terror, Paraguay vio hace ya un par de siglos truncar el sueño que devendría en una larga y horrible pesadilla. Antes de la Guerra de la Triple Alianza, en la que gustosamente las élites cipayas locales, conjuntamente con las de Brasil y Uruguay, contribuyeron en complicidad con los intereses por siempre colonialistas de Gran Bretaña; Paraguay era un edén entre las venas abiertas de una América Latina que no paraban de sangrar ante los avances imperialistas: con niveles de analfabetismo nulos como resultado de políticas de educación obligatoria y gratuita, sin deuda externa, sin desempleo, con políticas económicas que, a la vanguardia, desarrollaban un estratégico proteccionismo al resguardo de las industrias nacionales. Para cuando la nación comenzaba a abrir los ojos en un intento por disfrutar del paraíso, los intereses británicos contrapuestos desatarían el horror.
Durante seis años (de 1864 a 1870) lucharon estoicamente en una batalla por lejos desigual. Lucharon empuñando palos contra las armas de los enemigos. Lucharon los ancianos, lucharon las mujeres y lucharon los niños. La guerra vio ensombrecer al pueblo que había sabido brillar en su máximo esplendor; y cuando estaba comenzando a despertar le asestó una bofetada de la que recién se estaría comenzando a despertar.Con el exterminio del 60% de la población; la deportación como esclavos de unos tantos y las muertes por la epidemia que había dejado como consecuencia la guerra; la pesadilla había cobrado vida.
Harían lo suyo décadas infames (sin ser estrictamente literal) de largas y penosas dictaduras que acallaban aún más las voces los paraguayos que habían sabido ser tan libres. Ahora eran pocos y pobres y deberían soportar con el sudor de su frente los embates de los títeres de turno que uno a uno; entronizándose en el poder que lo sabe todo menos gobernar, silenciarían las canciones y las virtudes de una democracia popular que no hablaba el mismo idioma. Vestían las mismas ropas, usaban el mismo lenguaje; pero sus conciencias parecían ser de países lejanos que habían manchado para siempre la bandera de sangre tan colorada como la tierra.
Tras muchos años de desesperanza, del reinado dictatorial de los intereses terratenientes (expropiadores desde los primeros albores), Paraguay comenzó de la mano de Lugo a unirse al sentimiento latinoamericano que hermana actualmente a los países del continente, en un intento por libertarse de las ataduras tiránicas de los grupos económicos de poder que intentan bajo los lemas neoliberales de la defensa del status quo, retornar cual desesperante dèja vu a los tiempos en los que la Operación Cóndor elegía como escenario nuestras tierras. 
Lugo, desde los comienzos de su carrera política, se había declarado partidario del mejoramiento de la justicia, la salud gratuita y universal, y la recuperación de la soberanía energética; embanderándose con tendencias nacionalistas y enfrentándose al propiciar una Reforma Agraria con quienes serían sus principales enemigos, opositores del Partido Colorado. 
Siendo uno de los 2 países más desiguales de Latinoamérica (conjuntamente con Bolivia), y uno de los 10 países más desiguales del mundo, eran de vital importancia las medidas de la distribución de las tierras. Solo el 10% de la población paraguaya es poseedora del 66.4% de las tierras del país, que es junto con Brasil, una de las dos reservas mundiales de agua dulce más importantes del continente. El problema por el acceso a la tierra, se ha visto agravado además por el cultivo en aumento de la soja, que impacta directamente en los precios de las tierras que le hacen aún más dificultoso el acceso a las mismas por parte de los pequeños productores que apenas cultivan para obtener alimentos para su autoconsumo y para el abastecimiento del mercado interno. En un país tan rico es una paradoja criminal que aumenten los campesinos que no pueden acceder a su alimento.
No es casual entonces que los grandes monopolios, con los Monsantos, los Cargill, y las grandes oligarquías terratenientes que inclinan la balanza siempre para el mismo lado; se encontraran a gusto y no muy asombrados con la "destitución" de Lugo. Los sucesos acontecidos; en los que las lamentables muertes de 17 paraguayos, como resultado de la ocupación de la finca de un senador del Partido Colorado y su posterior y consecuente represión (los policías comenzaron la violenta represión que devino con la participación no declarada y estratégicamente disimulada por los medios de comunicación; del Ejército del Pueblo Paraguayo: organización terrorista opositora de Fernando Lugo) desataron la crónica del fin anunciado; donde el 21 de junio del corriente, alegando mal desempeño de sus funciones, el Parlamento Paraguayo aprobó la realización de un juicio político en el que se destituyó al día siguiente al presidente Fernando Lugo.
Si bien insisten desde los sectores conservadores, en caracterizarlo como una medida que dista de ser un golpe de Estado; la asunción de Federico Franco (ejemplar de los colorados) como producto de un juicio injusto (en apenas tres días, sin pruebas ni derecho a réplica alguno), y un gobierno ilegítimo en el que se argumenta que la no sublevación del pueblo lo constituye consentido por el clamor popular; el hecho se inscribe como otra de las páginas de la triste historia de un Paraguay que estaba empezando a levantarse.
América Latina está despertando. El Mercosur por una parte suspendió al Paraguay como miembro, y los países alertas fueron uno a uno sacando a sus embajadores en funciones del país.
El enemigo está cerca; hay que alejar a los fantasmas del pasado y no dejar que regresen.
Lo que nos resta es esperar. Esperar que los hermanos paraguayos despierten también. Que se reconozcan en ésos que supieron ser una vez; en esa Nación que solía ser ejemplo de muchos; en la Nación que solía ser el descanso de tantos; que alcen la vista y luchen con sus manos por la tierra colorada que necesitan hacer suya, que nos alcancen las manos y se unan en este abrazo fraternal que alguna vez le supimos negar. Paraguay nos necesita, no lo desoigamos.