viernes, 24 de octubre de 2014

Mr. Morgan´s Last Love: no siempre se vuelve al primer amor

Bajo la dirección de la alemana Sandra Nettelbeck, llega a la cartelera la historia del señor Mathew Morgan: un anciano adorable que, en la piel de Sir Michael Caine, quiere seguir enamorado.

En “El Amor en tiempos del cólera”, la novela de Gabriel García Márquez, Florentino Ariza conoce a Fermina cuando le entrega una carta a su padre, Don Lorenzo Daza. La ve por primera vez cuando le está enseñando a su tía a leer, y nunca más, ni aún en los momentos lujuriosos en los que persigue el olvido en los brazos de otras miles de amantes, consigue enterrar a ése, su primer amor.



Desde las siete de la mañana, Florentino se sentaba solo en el parque pretendiendo leer un libro solo para verla pasar a su regreso de la escuela. Se decidió a escribirle la primera carta donde confesaba su amor, seguida de una serie de serenatas con las que obtendría triunfal la promesa, de que Fermina se casaría con él si no la obligaba a comer berenjenas. Sin embargo, porque no hay boleros sin páginas tristes, alcanzó con la punta de los dedos al amor de Fermina Daza pero sólo después de 53 años, 7 meses y 11 días con sus noches, cuando ya estaban en una edad en la que no podían dar rienda suelta a sus pasiones. Aún así Florentino regresó al primer amor.

En la misma sintonía, Mathew Morgan (Michael Caine), un profesor norteamericano de filosofía jubilado que vive en París y se niega a hablar francés, encuentra en un bus a Pauline (Clemence Poésy), y con ella la posibilidad de ocupar el tiempo que le anda sobrando y que cree ya no va a necesitar. Con la muerte de su esposa, lo que le sobra es el tiempo, que se le llena de preguntas que tienen como única respuesta la de su soledad.

Cuando a Mathew ya la barba le crece demasiado, cuando las visitas al cementerio no alcanzan, cuando lo piensa de mil maneras pero el banco de la plaza que con su esposa habían hecho suyos sigue vacío, cuando pensaba que había dado todo lo que tenía para dar, un poco de caos en su vida parece ser lo que pueda darle sentido.

Pauline traerá el caos entre clases de chachachá, cenas románticas y el desafío de averiguar por qué seguir viviendo. El sentido de la vida para Mathew, en los brazos amistosos de Pauline, devendrá en el recuerdo de ese primer amor, que renacerá para él en sus cabellos rubios, en esa banca que ahora comparten, en el tiempo que ya no le sobra.

La historia sigue su acompasada cadencia, tramo a tramo, con los detalles que la hacen adorable, a pesar de que el desarrollo de los acontecimientos se de a cuentagotas. La banda sonora de Hans Zimmer (ganador del Oscar por la banda sonora del “Rey León”, musicalizador de “Inception”, “Sherlok Holmes” y “Rain man”, entre muchos otros filmes por los que ha sido premiado), y el carisma insoslayable del increíble Caine, sostienen la película que con el desacertado vuelco final en el guión se ha convertido en un triste desperdicio.

La aparición de los hijos del señor Morgan (Gillian Anderson y Justin Kirk) en escena convertirá este retorno al primer amor en un imposible, con un final de culebrón previsible y aburrido, que decepciona. Es difícil no preguntarse por qué el hilo conductor se bifurcó y en lugar de continuar con la historia de este amor, Nettelbeck optó por evadir las preguntas hondamente existenciales de los protagonistas, que hacían de esta historia una interesante. En cambio, pareciera haberse propuesto tornarla, aunque aburrida, una certeza: no siempre se vuelve al primer amor.


Ficha técnica:
Mr. Morgan’s Last Love (Alemania, 2013)
Duración: 115 min
Dirección y guión: Sandra Nettelbeck
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Michael Bertl
Reparto: Michael Caine, Gillian Anderson, Clémence Poésy, Justin Kirk, Jane Alexander, Richard Hope, Anne Alvaro

Reseña publicada en "El Acople" : http://www.elacople.com/wp/index.php/2014/10/23/mr-morgans-last-love-no-siempre-se-vuelve-al-primer-amor/

sábado, 18 de octubre de 2014

Minitas mode on

¿Por qué John McClane después de ver que su mujer lo abandona puede estar pendiendo de la torre de Nakatomi y de cuanto edificio se le cruza, puede coserse las heridas de la pierna con alambre, y caminar rengo salvando la ciudad disparándole a rusos y japoneses; y Kate no puede evitar el someterse a un viaje en avión, con lo mucho que teme a volar, a un lejano París sin saber una palabra de francés, donde le roban todo su dinero y es humillada vilmente en un restaurant repleto de gente cuando su novio decide que ya no la ama?
Desde el cine pareciera confirmarse aquello que desde el sentido común se sugiere un biologicismo: las mujeres amamos demasiado, sufrimos y padecemos, en palabras de una empeñada en la idea de que es ridículo ya no volver a verlo Montero: “excesos de idealización”. 
La transición es anómala. Las cuotas de dolor, llanto, insomnio, toneladas de chocolate, Alplax y hambre, quedan sujetas a la evaluación de la portadora del ex príncipe devenido nuevamente batracio.  
Mientras tanto, y dado que la intención de la autora no es escribir una nota al estilo “Sex and the city”, repasaremos ejemplos de esas películas que en el meanwhile nos aportan un mapa en la búsqueda; todas ellas protagonizadas por la reina de las películas románticas, (sí! Adivinaron, es Meg antes del botox Ryan). 

“Cuando Harry conoció a Sally” (1989)

Cuando se conocieron, su historia cambió los parámetros de más de un Harry. Las Sallys se vieron envueltas por un remolino de confesiones de mejores amigos que decidieron que dadas las circunstancias, la amistad entre el hombre y la mujer sí debía ser un imposible, y que ya carecía de todo sentido el buscarle la excepción a la regla. Protagonizada por Billy Crystal y guionada por Nora Ephron, los diálogos fluyen con hilarante naturalidad entre orgasmos que se fingen en público y confesiones que se multiplican en cada escena. La más memorable, aquí a continuación, corre por cuenta de la casa.
Harry: - “Amo que tengas frío aunque estemos a 24 grados. Amo que te tome una hora y media ordenar un sandwich. Amo la arruga que se forma sobre tu nariz cuando me miras como si estuviera loco. Amo que después de pasar un día contigo, mi ropa conserve el olor de tu perfume. Y amo que seas tú la última persona con la que quiero hablar antes de dormir. Y no es porque este sólo, y no es porque sea la víspera de Año Nuevo. Vine aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible”.



“Sleepless in Seattle” (1993)

Horriblemente traducida como “Algo para recordar” o lo que es peor “Sintonía de amor”, merece un lugar en el podio. Con 2 nominaciones al Oscar, es la historia de un viudo e insomne Tom Hanks y su hijo Jonah. Es Navidad y Jonah llama a la radio, su padre no duerme en Seattle, necesita pedirle a Santa una novia para su papá. Annie está en Baltimore, pero a pesar de la distancia escucha el llamado y no puede evitar sentir esa señal que le dice que Walter su prometido no es con quien debe casarse. De todas las películas, es esta la que de manera más masoquista nos alienta a completar esos puntos suspensivos de los que hablábamos. El tipo está en Seattle y tiene un hijo. Tal vez podría ser un psicópata. Ella está en Baltimore, a punto de casarse, pero necesita sentir esa “magia” que vio tantas veces en las películas, con Cary Grant en el Empire State en “Algo para recordar” (“An affair to remember”: aunque tampoco vale la traducción). Otra vez Nora Ephron y un guión que se adapta a cada una de nosotras y nuestros insomnes de Seattle y más acá.


“Tienes un e-mail” (1998)

Kathleen y Joe aún no son víctimas del “visto” en Facebook, pero no paran de clickear en el “inbox”. Cada correo electrónico es un antes y un después en el día que les espera, cada uno en sus ocupaciones. Lo que desconocen, es que fuera del ciberespacio se han conocido y detestado. Joe es dueño de la librería comercial que le está arrebatando la tienda de libros infantiles que le legó su madre, y con ella sus sueños. La librería que Joe Fox monta frente a su tienda es sinónimo de la despersonalización, del consumismo, y de todo aquello que a Kathleen no le interesa y que nada tiene que ver con aquel hombre que detrás del cursor titilando empezó a adorar. El filme es una invitación a la reflexión: en cada click se nos escapa un segundo compartido en el intento de evadir el paralizarnos ante el estupor que nos produce el encuentro, el desencanto, el desamor, el miedo, que son las delicias que en realidad nos llevan a sentir lo que nos hace humanos.



Estas son algunas ilustraciones de lo que nunca será auténtico, las fotografías de una pretensión disparatada, el tipo ideal de una caricatura funcional a la neurosis, que sin embargo pañuelo en mano y amiga al teléfono, se han convertido en un clásico que acude a la calma del deseo de ser mucho más que uno en un mundo donde cada vez más se nos enseña a la distancia a relacionarnos por separado.


Puedes dejarte el corpiño puesto: Breve historia del corpiño

El corpiño cumple 100 años: En 1914, en Nueva York, una chica de 19 años patentó un corset reducido, como los corpiños que conocemos hoy. Aquí un poco de la historia de este compañero tan íntimo como cotidiano.

Corset - 1845
Si tuviera que hacer una cronología de la historia del corpiño se tornaría aburrido; y como no deja de ser necesaria, me comprometo a narrarla como si estuviese contándole la historia a un niño. Estamos en el siglo XX, y un señor que por misterios de la vida y la conspiración no se sabe si fue Charles Debevoise o Philippe de Brassière, inventó el sujetador. Nada sofisticado, fue patentado por Mary Phelps Jacobs en 1914, quien según la historia tuvo la ocurrencia de crearlo un dìa de calor allá por 1913, cuando se puso su vestido favorito y notó que el corset afeaba el atuendo. Cortó entonces una cinta y unió con ella dos triángulos de seda: voilà el negocio del corpiño que multiplicara entre centenares con sus amigas y que por carecer de las técnicas de marketing suficiente se fue derrumbando. Vendió la patente a Warner Brothers por 1500 dólares, desconociendo los alcances de su invento, que la Warner confirmaría los 30 años posteriores ganando 15 millones de dólares con la venta de corpiños.
El invento también es atribuido a Otto Titzling en 1912, que había diseñado un sujetador para la cantante Swanhilda Olafsen que no llegó a patentar, a Marie Tucek que en 1893 ya había improvisado un apoyo de pecho improvisado con dos bolsas separadas que Charles Moorehouse con imaginación y lujuriosa bizarría en 1912 rellenó con hule y permitió inflar para llevar el tamaño del escote a talla Loren.
De allí a esta parte, el corpiño aparecería en la historia en contraposición a un soutien antiguo que en la Creta del 1700 A.C elevaba los senos hasta llevarlos por fuera del vestido, o al corpiño de las griegas y romanas que hasta en épocas victorianas asfixiaba la cintura con varillas de metal hasta los 50 cms de ensueño y el desmayo de unas cuantas doncellas y no tanto. Y es que Catalina de Medicis, en la Francia de 1550, se había obsesionado ridículamente con ocultar las cinturas anchas en la Corte, y ordenó el diseño de unos artefactos que cinchaban las carnes desde los 12 hasta 32 centímetros, realzando el busto y provocando a las mujeres desórdenes menstruales, abortos y la visión de la anatomía de un cuerpo que parecía quebrarse.
Jane Russel - The outlaw - 1943
El material de los corpiños antes de Jacobs debía ser pesado y resistente, porque cuando Estados Unidos entró en la Gran Guerra, les pidió a las mujeres de la nación que donaran sus corsés metálicos y construyeron con ello dos naves de guerra: toda la resistencia de la feminidad norteamericana se estaba agolpando en 28000 toneladas de hierro en las hileras del horror.
En el devenir del siglo XX, con el soutien a la vanguardia protagonizando las páginas de Vogue, desde los años 50´, el ideal del busto oprimido y la supresión del pecho empezaron a reemplazarse con el influjo del Hollywood que todo lo puede, y aparecieron en reemplazo escotes sugerentes, y la necesidad de mostrar las partes que antes se imaginaban por debajo del vestido. Jane Russel desde la película “El bandido” lidera la camada de sex symbols de la época, luciendo el corpiño sin breteles tipo balconet que diseñó el director John Hughes especialmente para la ocasión. Así las mujeres comenzaban a lucir pechos que emergían con forma como de misil, dispuestas a asestarle la sensualidad a la cara, al tiempo que les exigía exuberancia. Los
nuevos corpiños aliviaban el peso de la lencería de los tiempos de guerra y permitía además lucir una nueva figura. La iconografía de la época se plasma en películas de protagonistas despampanantes que se encuentran en calendarios de gomería y trasciende hasta la época en que el amor libre, la paz, la libertad, llegan para cambiarlo todo. Es la revolución de los colores, de las artes y de las formas; el cuerpo no es parte de la propiedad privada de nadie, el cuerpo es solo objeto del deseo de aquellos de cuyas ataduras quieren librarse. Por tanto y en lisérgica reunión, en los 60`- 70´ las mujeres se reúnen y como parte del ritual se liberan de los corpiños, los cortan, los queman, los intervienen pintándolos de colores psicodélicos como símbolo de la liberación de todo lo que no las deja ser. Libres al fin, con los pechos al viento expresan la consigna que de momento las enarbola, la de simplemente ser.
Jeux des enfants - 2003
A medida que el sueño hippie fue despertando, y el amor, la paz y la libertad mutaron en logos de Ong´s capitalistas post Caída del Muro, el corpiño se vuelve rebelde, y con Madonna la iconoclasta mimada del pop exagera la forma francesa del cono de punta infinita, con estilo punk pero moderado, y desde la década del 90´son pocas las muestras de rebeldía que en los corpiños se expresan.
El corpiño cumple 100 años y aunque es posible adquirirlos en todos los tamaños y colores, con o sin diamantes y hasta con sensores japoneses que detectan si el galàn de turno es compatible con una o no, es todavía símbolo de la liberación de la opresión de la mujer, y enemigo acérrimo de algunos señores amantes que luchan con él en las horas locas del efluvio amoroso. Pueden dejarse el corpiño puesto!

jueves, 16 de octubre de 2014

Perdida: ¿culpable o inocente?

Una misteriosa desaparición, enredos mediáticos y un viaje perverso a la mente de esta pareja hipnótica made in Fincher. "Perdida": la última creación del monstruo que se oculta detrás de "House of cards", "Pecados Capitales", "El club de la pelea" entre otras masterpieces , araña el top five de la cartelera de las marquesinas porteñas y ya lidera la taquilla en los Estados Unidos.




En 1983 Glenn Ford, fue acusado y condenado por el estado de Luisana a la pena de muerte por el asesinato de Isadore Rozeman, para quien trabajaba ocasionalmente en una joyería en la ciudad de Shreveport. Durante el juicio fue juzgado, siendo afroamericano, por un jurado compuesto íntegramente por blancos, defendido por un abogado experto en legislación energética que el estado le asignó y culpado sin testigos ni armas que lo incriminaran.

El tiempo que duró el juicio, y con la posterior condena, los medios mostraron su rostro y los de su familia al lado de la palabra "asesino", desnudaron su intimidad y la de los suyos y la hicieron pedazos pidiendo la pena de muerte, con los miles de activistas desquiciados que la apoyan en el estado de Luisana, uno de los 32 estados norteamericanos en los que la pena capital es legal.

La pena de muerte es legal también en Missouri, la ciudad que vio a Nick Dunne (Ben Affleck), un periodista que ha perdido su empleo y su esposa Amy (Rosamund Pike), una joven enigmática que diseña test de personalidad para revistas; enamorarse hace cinco años atrás. Ambos personajes, nacen de la pluma de Gillian Flynn, en la homónima "Perdida", la novela que arrasó el mercado literario del 2012 en Estados Unidos y con él los elogios de la crítica.

David Fincher embarcado en la difícil empresa de llevarla a la pantalla grande, munido del brillante guion de Flynn, cuenta esta historia que empieza la noche del quinto aniversario de los Dunne, noche en que misteriosamente y sin previo aviso, Amy simplemente pareciera esfumarse. No responde al teléfono, no ha dejado mensajes ni se ha comunicado con nadie. Cuando Nick da aviso a la policía, la presión de los medios, sumada a la tensión social que suscita el caso, hace que se convierta en el principal sospechoso del asesinato de su esposa.

A pesar de que no hay rastros de su existencia, ella sigue presente en cada una de las pistas que le ha dejado en la "búsqueda del tesoro" que organizan para cada aniversario. Cada pista, además de acercarlo un paso a su paradero, es la cínica confesión de su ferviente devoción: es ella y ninguna otra, quien le habla desde su prosa elegante y su presencia magnética; la misma que lo supo enamorar hace 5 años atrás cuando decidieron ser "el uno para el otro, felices por siempre, hasta que la muerte los separe".

La voz de Amy encarnada por Rosamund Pike, que de seguro se llevará más de una mención; destilando amores y odios en un diario que escribe con la tinta de los colores que su humor le dicta, y la de Nick mediada por la prensa que no lo deja salir de su casa, por la policía que lo incrimina desde el primer día, por los vecinos y cuanto ser humano haya encendido un instante el televisor; se unen en este coro enfermizo y excitante que interpela al espectador, socavando la incertidumbre que reina en el thriller hasta el último minuto.

Los días pasan y el dedo acusador apunta a Nick, que habrá en menos de una semana mutado, por su extraño comportamiento y la magia de la comunicación, de un esposo abnegado y preocupado a un pederasta incestuoso, y un asesino.

¿Es culpable Nick Dunne de la desaparición de su esposa? Ford fue liberado y exonerado de todo cargo y culpa, en marzo de 2014, después de 30 años de prisión, cuando el juzgado estableció finalmente que no había pruebas concluyentes que indicaran que hubiese estado involucrado en el crimen.



Ficha técnica: Perdida (Gone girl, ee.uu. /2014) / Dirección: David Fincher / Guion: Gillian Flynn, basado en su novela / Fotografía: Jeff Cronenweth / Música: Trent Reznor y Atticus Ross / Edición: Kirk Baxter / Diseño de producción: Donald Graham Burt /Elenco: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Carrie Coon, Kim Dickens, Patrick Fugit, David Clennon, Lisa Banes, Missi Pyle y Emily Ratajkowski /Distribuidora: Fox / Duración: 149 minutos / Calificación: apta para mayores de 16 años


*Reseña publicada en Revista El Acople:  http://www.elacople.com/wp/index.php/2014/10/16/perdida-culpable-o-inocente/

sábado, 11 de octubre de 2014

Fantástica Buenos Aires


"(...) La tarde se había ahondado en ayeres, 
los hombres compartieron un pasado ilusorio. 
Solo faltó una cosa: la vereda de enfrente. 
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: 
la juzgo tan eterna como el agua y como el aire". 
 "Fundación mítica de Buenos Aires"  - Jorge Luis Borges (1923)



El Palacio Barolo, aquel que se ubica en la diagonal Norte, en esa especie de pasillo
Palacio Barolo
mágico que tiene como altares la Plaza de Mayo con la Casa Rosada cada vez más rosada y el Obelisco del otro lado; atestiguó un tiempo oscuro en el que nadie hubiera pensado subirse boquiabierto a turistear y mirar con los ojos más grandes toda la ciudad. En ese tiempo la cúpula era algo más que la cuna de los sueños que los turistas arrojan al vacío de la ciudad que se les hace universo, como si tiraran piedritas para ver si rebotan. 
A pedido de Luis Barolo, un empresario textil; en un plan magistralmente secreto del arquitecto Mario Palanti que construyó un edificio gemelo en Montevideo, Uruguay al que llamó Palacio Salvo, se inauguró en 1923 y supo ser con borgeano fervor hasta 1935, el edificio más alto de Buenos Aires que sirvió como escaramuza para el refugio de la logia masona, o lo que restaba de ella. El resto de la masonería española, que secretamente hubiera luchado a la par de los criollos en Buenos Aires en contra del absolutismo español, había marchado a Europa, que en incontenible efervescencia veía pasar las hojas del calendario y con ellas las esperanzas de una paz duradera. 


Edificio Kavanagh
Con el devenir de los años, y la llegada de la Segunda Guerra Mundial, y hacia 1935 el Gran Maestre dio por finalizados los mítines, en los que se conjugaban charlas fervorosas de dudoso contenido filantrópico y rituales satánicos en el edificio que reproducía como en un calco el Infierno, el Cielo y el Purgatorio de Dante y sus coros angelicales plasmados en el Faro que no se encendería durante un tiempo. Cuando el plan de trasladar los restos de Alighieri al Palacio Barolo, como encumbramiento de sus rituales, se vio definitivamente frustrado decidieron abandonar el palacio y trasladar sus actividades hacia otro sector de la Ciudad.

En 1935 se alzaba sobre el cielo porteño el Kavanagh, en ese momento edificio más alto de Sudamérica. Construido por Rodolfo Cervini, tiene la estructura similar a la de un barco y una cruz que le colocara el Congreso Eucarístico Internacional. Por la cercanía al puerto era el inmueble perfecto para recibir a los soldados nazis que desde Alemania, a mediados de los 40 comenzaran a esconderse en el país. El edificio, que da al pasaje Corina Kavanagh, ideado para que la Sra. Mercedes Anchorena no pueda acceder a la Basílica del Santísimo Sacramento en venganza por no bendecir la boda con su hijo; hoy es una construcción de estilo racionalista compuesto de viviendas y oficinas que ya no esconden criminales de guerra. 


Fermín Bereterbide
El Barrio Parque Los Andes, que también sirviera de escondite pero para víctimas del holocausto judío, fue emplazado en el barrio de Chacarita con la idea de crear un barrio de casas colectivas. Fue mediante un concurso, en el que resultara vencedor el arquitecto Fermín Betererbide, que se seleccionó el proyecto que se inauguró años después en 1928. Betererbide fue encarcelado años más tarde por sus ideas políticas, expulsado de las Sociedad Central de Arquitectos y exonerado de su cargo en la Municipalidad. Aparentemente las ideas socialistas de bienestar común y la búsqueda de calidad de vida, para las facciones de la población más necesitadas, no resultaban un buen maridaje con los estándares elitistas de la arquitectura de la época. Arquitectura que combinaba lo funcional y austero de las casas, con la ubicación estratégica de miradores en edificios que sin tanto ornamento se emplazaban abrazando los rascacielos de la ciudad, como compitiendo para ver cuál tocaba el cielo más rápidamente. 

Buenos Aires deslumbra con los edificios que han visto a una abnegada lectora de Beauvoir, Silvina Bullrich, pasearse de la mano de algún amante furtivo con la mirada perdida en los orbes que la transportaban otra vez a París. Edificios que han sido abrigo de las Musas de los Cronopios en los 5 rincones favoritos de Cortázar. Edificios que el arte plasmó en sus paredes, en sus calles, en sus bares, en sus canciones y la política calló alguna vez. Edificios que son el símbolo de hombres y mujeres que caminaron el tiempo acompasadamente, vertiginosamente, al ritmo de la historia que al mirar las agujas ya pasó. Un tiempo que suena a jazz, a tango y a pianos que ensayan y dejan escapar su melodía por alguna ventana del Colón. 

Con edificaciones de más de veinte pisos y ventanas que reproducen en un abrir y cerrar de ojos el vértigo de una ciudad desnuda, los edificios de la Ciudad de Buenos Aires, a lo largo y a lo ancho de sus barrios tienen muchas historias para descubrir y, aunque la autora sin otro objeto más que el lúdico haya introducido también algunas inexistentes en el texto, existen maneras de ser testigo de los edificios que vieron grandes a algunos hombres. 

Horacio Coppola - Buenos Aires (1936) - Florida y Bartolomé Mitre

Open House Buenos Aires es una de ellas. Con más de 80 edificios y propuestas para recorrer la Ciudad en bicicleta o la de sumarse a un tour fotográfico.
Las opciones tradicionales del Open son entre otras, la Biblioteca Nacional (1962), el Museo de La Ciudad (1895) y el Teatro Colón (1908) que continúa en la línea del sueño parisino que despertó en la Manzana de Las Luces, también parte del circuito (1972). Vanguardistas se emplazan los edificios de “Cement Gardens” (2008) con sus jardines verticales diseñados en metal, “Escuela Ecos” (1995) como muestra de que es posible transformar el espacio adaptándose a la naturaleza y la “Casa Scout” (2014) al abrigo de la ciudad como muestras de las nuevas formas de hacer arquitectura; porque entre los objetivos de CoHabitar Urbano, Organización sin fines de lucro que organiza el evento, se destaca como principal, el de ampliar la mirada y las perspectivas de quienes transitamos la ciudad cotidianamente; en un intento por reivindicar el vínculo que tenemos con el medio en el que vivimos.


INFO: 

jueves, 9 de octubre de 2014

Begin Again: un soundtrack y una pareja bonita

Del director irlandés John Carney, esta vez con artillería pesada y desde Estados Unidos, llega a cartelera "Begin Again". Después de la inolvidable y multipremiada "Once", la historia que tiene por protagonistas a Mark Ruffalo y Keira Knightley, pareciera demostrar que Carney intenta obrar magia más de una vez.


"Soy un hombre sin vida, pero que ama a la música”. Kurt Cobain.

Si pensamos en la historia de una chica que recorre los pasillos crueles del desamor y conoce a un chico que abraza el fracaso, nada tiene de novedoso. Si en nuestra historia el chico consigue hacer que resurja aquello que ella pensaba dormido y consigue hacerla brillar como nadie más pudo hacerlo, tampoco lo es. Sin embargo el irlandés John Carney, esta vez desde Estados Unidos, volvió a probar cuando parecía improbable que pudiese lograrlo -después de la alquimia maravillosa que había obrado con Marketa Irglova y Glen Hansard en "Once"- que hay pequeñas historias de grandes personajes que pueden conmovernos desde la butaca.
Otra vez el relato tiene como protagonistas a un hombre y una mujer, que transitan la misma ciudad: Mark Ruffalo encarna a Dan, un productor musical de Nueva York que ha perdido el toque magistral que lo hiciera un hombre exitoso. Keira Knightley, es Gretta una chica dulce que está de visita en la ciudad acompañando a quien es su novio desde la secundaria y se ha convertido en una estrella de rock (Adam Levine). Una noche en la que los dos parecieran coincidir en infortunio, se encuentran en un bar, y lo bizarro, lo insólito y también lo esperanzador reina en el encuentro entre estos dos personajes que sin querer se ofrecerán todo cuando ya parecieran no tener más nada.


Así empieza este cuento de la niña herida por su príncipe azul y el galán maduro que pecó de inmadurez que llega al rescate. En este cuento no hay dragones, no hay espadas, no hay escaramuzas ni capas de terciopelo. El escudo más grande es la música, en cada corchea, en cada acorde que asciende in crescendo desde los primeros susurros adolescentes de la nena dulce que no quiere abandonar ni desde las canciones al amor que la vio crecer, hasta las melodías donde siente que está encontrando su verdadero yo y que es tiempo de soltarle la mano y dejarse ser. Ese "Let it be!" que algunos rezamos cotidianamente, cuando se nos acaban las respuestas; pareciera ser la propuesta de este veterano fracasado que olvidó la época en la que tenía el don de hablar a través de las voces ajenas.
La banda sonora acompaña a la chica simpática y al chico que la conoce, y hace de esta historia mínima una intensa que dibujará alguna sonrisa. Las canciones interpretadas por Knightley, con el color adolescente y tímido de su voz; las de un Levine hacedor de éxitos pop con lo imposible que se hace obviar la constante reminiscencia a las canciones de Maroon 5, Cee Lo Green que le pone soul y funk a la cuestión y algunos arreglos algo ochentosos de la Cessyl Orchestra hacen de la película una canción amena, agradable, que nos invita a reflexionar acerca del rol de la música en nuestras vidas.
La química lograda entre Ruffalo y Knightley aporta ese toque cálido que posibilita el distanciarnos de la típica película romántica pochoclera, porque por todo caso el relato tiene como eje central la música, que será la protagonista y que hará que los personajes principales vuelvan a su rol de estrellas y dejen de lado el papel secundario que asumieron en sus vidas.
Borges en "Otro poema de los dones" agradece por la música, que es una misteriosa forma del tiempo; "Begin Again" resulta una invitación para, en menos de dos horas, descubrirla.


Ficha técnica: ¿Puede una canción de amor salvar tu vida? (Begin Again, Estados Unidos, 2013; hablada en inglés) / Dirección: John Carney / Guion: John Carney / Fotografía:Yaron Orbach / Edición: Andrew Marcus / Música: Gregg Alexander / Elenco: Keira Knightley, Mark Ruffalo, Hailee Steinfeld, James Corden, Catherine Keener, Mos Def, Adam Levine, Cee Lo Green / Distribuidora: Energía Entusiasta / Duración: 104 minutos /Calificación: apta para mayores de 13 años.

Trailer oficial:

Reseña publicada en "El Acople": http://www.elacople.com/wp/index.php/2014/10/09/begin-again-un-soundtrack-y-una-pareja-bonita/

jueves, 2 de octubre de 2014

Meditaciones bancarias

En el universo bancario todo se torna una complicación que conduce al desencanto.

Por la mañana el paisaje típico de la postal bancaria se nutre de vidrios azules, viejos que son ignorados, la TV sintonizada en el noticiero más amarillista y una fila de empleados que olvidaron dónde dejaron olvidada la creatividad.

Los sistemas informáticos, como en la Matrix vencen al hombre, y es más fácil descifrar el código del disco de Festos que hallar la forma de ingresar al home banking.



Caricatura: http://carlosprieto.net/index.php/category/caricaturas/page/9/


En el sistema bancario lo comprensible se torna metafísico y los números como por arte de magia no existen cuando habían cobrado vida en los bolsillos de los otros.