lunes, 9 de abril de 2012

Abril 2


A 30 años de una de las heridas más profundas de nuestro pueblo; es difícil no caer en el mero análisis histórico de los hechos. Es difícil no caer en la trampa de los academicismos; es difícil no preguntarnos por los términos de soberanía, por las motivaciones políticas; por las causas, las consecuencias. Es arduo tratar de ignorar las cifras, de no mirar las estadísticas. Es difícil, no imposible; por éso trataré de hacerlo. Trataré de dejar en claro que no había nada más que intereses nefastos en la cabeza de aquellos que se propusieron un día enviar a la muerte a miles de jóvenes que se embanderaban con distintos colores, pero que tenían el mismo fatídico destino; lo que sea que les haya nublado la vista, en esta historia de piratas que se lanzan a la conquista de islas en apariencia de ensueño desde siempre lejanas, no alcanzará para justificar tamaña desgracia.
"Las Malvinas", "The Falklands" son en esencia lo mismo. Son el grito de una tierra que necesita oirse. Que necesita olvidar tantos fríos que ni con el calor de mil goles pudieron ser acallados. Que necesita calmar el llanto de aquellos pocos que debieron llenar las botas en nombre de unos cuantos; pero por sobre todas las cosas, necesita que no se olvide para sanar.

"La guerra y la paz"

Suspiras; y el hondo pesar de
tu alma reposa
/y la lombriz, que la cabeza
bajo la tierra esconde
admira el verdor de un trébol, que
aún vive.
¿Tiene cuatro hojas?
no lo sé
pero si sé que aún respira la sangre,
de una multitud joven,
que aún espera.
La bandera blanca que no se ve,
/y las piedras que atormentan
el camino
ahogan cada grito que
el eco escondido
/expande
en cada rincón de la tierra,
en el oscuro,
en el profundo
en el lejano.
Y el joven suspira;
/y el joven llora,
y el joven anhela
/y las balas a un solo
pie de distancia,
/no se hacen esperar;
y los pétalos mueren
Y los sueños
también.


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