sábado, 24 de marzo de 2012

Quiero nunca tener que tenerte

La histeria (del francés hystérie, y éste del griego ὑστέρα, «útero») es una afección psicológica que pertenece al grupo de las neurosis y que padece el uno por ciento de la población mundial . Desde tiempos inmemoriales, es asociada a la mujer como el principal de los estandartes; porque desde la etimología del término es presentada como una enfermedad del útero; y entonces por ende, una patología privativa de la mujer con tratamientos tan diversos como el matrimonio o los electroshoks. 

Pero, ¿es en la batalla de los sexos la histeria un estigma femenino? En la sociedad actual, donde mujeres y hombres intentan llevar los mismos pantalones puestos; cargando con las mismas obligaciones, responsabilidades (tal vez el mal llamado "sexo débil" cargue un poco más) y derechos (en una inverosímil igualdad, esta vez discrepo y digo que son menos), la encarnación de la angustia contenida encuentra su manifestación en la histeria que se hace paso, por entre las relaciones de poder. Los vínculos afectivos establecidos, tornados en baumanianos, por su liquidez, su falta de compromiso, y devenidos en estrictas relaciones de poder, donde la dinámica de la competencia capitalista pareciera haber arribado al campo de la seducción; la histeria se presenta como una respuesta intelectual a una posible amenaza. Entonces, y seré insistente: ¿es la histeria teniendo en cuenta el avance de las mujeres en el ámbito laboral, social, económico, político; teniendo en cuenta que poco a poco estamos abarcando todos los flancos; una respuesta únicamente femenina?. Si es el reemplazo de lo simbólico frente a una posible amenaza, claramente el mundo masculino es quien más ha comenzado a hacer uso indiscriminado de la histeria como arma secreta, aunque muchas veces se torne indisimulada. 
La histeria es el "deseo de una falta". Deseo no tener éso que quisiera tener. Es la ambigüedad caminante en una sociedad en la que pareciera ser una obligación el tenerlo todo; en un mundo donde parafraseando a Don Eduardo Galeano: "(...) Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen (...)" 
La histeria nos acerca a una atávica humanidad, donde con el garrote debajo del brazo, escapamos a los más modernos sortilegios que prometen en millones de colores, sabores, sonidos, imágenes, y precios, sobre todo precios; llenar esa falta sin tal vez siquiera haber interpretado nuestra muda necesidad. Nos ayuda a aferrarnos a ella. Queremos la falta, porque en el deseo de alcanzar aquello que no tenemos ni sabemos si algún día llegaremos a tener, nos sabemos vivos. En el transcurrir del calendario, tendemos con alegría masoquista, y ahora añado existencial; a esperar nunca alcanzar lo que queremos. Que la carrera por el objeto de su deseo se extienda por siempre, éso es lo que busca el histérico, nunca saciar ese deseo, en la esperanza tal vez de mantenerse y sentirse vivo, y seguir nadando en los mares de un barro existencial. La histeria es la continuación de la incomplitud, es el reconocimiento de que no hay nada previsible, donde en la búsqueda está la satisfacción de que el camino no ha sido marcado...No se entonces hasta qué punto, más allá de la angustia, más allá del sufrimiento y la frustración; la histeria no sería el antídoto ideal contra el aburrimiento de una sociedad sistémica que gira en torno a la comodidad de lo que ya está preestablecido, envasado de antemano; la resistencia contra la tendencia a la posesión de un otro como si fuese parte de mi propiedad privada, la soga que nos colgamos del cuello para evadir alcanzar lo que deseamos profundamente por el simple hecho de divertirnos mientras seguimos buscando...

FRAGMENTO DE "LOLITA" DE NABOKOV: (estandarte de la histeria existencial por excelencia)
"(...) Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.(...)"

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