domingo, 26 de agosto de 2012

Héroes que van al super

En la cola interminable de hormigas parlantes; semi recostada en el carrito mientras me encuentro en la agonía de la espera por pagar aquello que debo consumir, desearía poder teletransportarme hasta casa con el carrito incluido. Las bolsas pesan una enormidad, y la cajera tiene cara de no haber consumado sus relaciones hace bastante: ahora quisiera ser invisible y levantar las cosas con la fuerza de un dedo. Quisiera ante lo mundano y fútil de mi existencia en este fucking supermercado trasnacional ser una superheroìna.
Quisiera por un momento hacer como estos tipos que el imaginario colectivo inventó, y unos suertudos patentaron. Quisiera salir vestida completamente en un cómodo traje de plástico ridículo sin que nada, ni nadie me importune. Quisiera luchar por lo que está mal o llevarlo hasta el infinito cuando las circunstancias lo justifiquen. Quisiera ser uno de esos seres especiales, aunque humanos; que no hacen la diferencia sólo cuando dan el asiento en el colectivo. Quisiera salvar millones, quisiera ser más, vivir más.
Los super héroes (cuya denominación es marca registrada de Marvel) o héroes; representan a través de sus poderes y sus dones; el leit motiv, las ansias y deseos de muchos mortales. 
Hay quienes desearían ser, muchas veces y en repetidas ocasiones, el Hombre Invisible para verse librados del bochorno o de la presión social de ciertas reuniones, y porqué no para de paso espiar por detrás de los protocolos de lo establecido. Otros como Superman preferirían tener Visión de Rayos X para espiar a las señoritas por debajo de la ropa o ser de a ratos el Hombre Elástico para mejorar la performance amatoria. Teletransportarse cual mutante al mejor estilo de Wolverine puede volverse tentador a la hora de evadir los paros de transporte. Goku, quien adquiere los más diversos colores y formas, engullendo todo lo que lo rodea sin culpa y sin adquirir ni un kilo ni una arruga de más tornándose más joven cada vez, sería sin dudas un caso de estudio para la industria de la estética. Aquellos que vuelan, como Superman; son sin dudas los más envidiados. Volar, sin la necesidad de armatostes ni de hacer el chek-inn en uno de esas molestas rutinas pre despegue en el avión; volar sin mediaciones; a cualquier hora, en cualquier lugar; por la sola voluntad de despegar los pies del suelo es una utopía que en sueños nos visita a muchos. Pero si hay algo que todos los superhombres que nos supimos inventar saben hacer, es en las contradicciones del tiempo, luchar contra lo que se nos aparece como injusto: bajo la capa, los músculos, los sùperpoderes, la ausencia del miedo, y la tecnología de avanzada; hay un tipo con debilidades, sentimientos, y con una historia que lo interpela y lo define (cualquiera sea su origen), como un alguien que un día decidió ser otro. 

Desde Superman y Thor con su historia algo inhumana, Wolverine con sus mutaciones geniales a cuestas, Spiderman, Los 4 fantàsticos, Flash, Hulk y el Capitàn Amèrica que son productos de un experimento científico; hasta Batman que es un simple mortal al que no beneficiaron con sùperpoderes pero supo muñirse de armas con increíbles niveles de tecnología (nota de autora: confieso es mi favorito y no precisamente por ser huérfano, sexy y multimillonario); todos ellos asumieron frente a su historia y frente al curso de la irremediable levedad del ser, el protagonismo de un rol que frente al fruto de nuestras creaciones tuvieron que inventarse. Son hijos de nuestras mismas justificaciones frente a la realidad que nos sacude descarada, a veces como insultándonos y a veces como invitándonos a salir con la capa y escudo a las aceras de la vida.
Me pregunto ahora qué pasaría, si frente a cada incertidumbre, frente a cada vicisitud; en lugar de aguardar a que alguien con una pluma invisible nos dibuje un traje modernoso o por lo menos nos muna de una dosis de paciencia inverosímil; tomáramos nuestras mejores armas, nuestros mejores y humanos sùperpoderes e hiciésemos justicia; nos convirtiéramos en el protagonista cada día y tomáramos las riendas de la historia. 
Ser un otro de vez en cuando no debe ser tan malo, tal vez desde la clandestinidad de nuestras conciencias y sin llamar demasiado la atención; tal vez sin los trajes de colores, sin las armas, sin los poderes, en la vulnerabilidad de un yo que quiere dar más de sí, en un intento por ser un superhéroe mortal, con sus virtudes y sus defectos, de ser un superhombre con obligaciones, de convertirse en un héroe que en la cotidianeidad mientras batalla contra los terrenales enemigos se puede hacer un tiempo, hasta para ir al supermercado.

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