sábado, 11 de octubre de 2014

Fantástica Buenos Aires


"(...) La tarde se había ahondado en ayeres, 
los hombres compartieron un pasado ilusorio. 
Solo faltó una cosa: la vereda de enfrente. 
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: 
la juzgo tan eterna como el agua y como el aire". 
 "Fundación mítica de Buenos Aires"  - Jorge Luis Borges (1923)



El Palacio Barolo, aquel que se ubica en la diagonal Norte, en esa especie de pasillo
Palacio Barolo
mágico que tiene como altares la Plaza de Mayo con la Casa Rosada cada vez más rosada y el Obelisco del otro lado; atestiguó un tiempo oscuro en el que nadie hubiera pensado subirse boquiabierto a turistear y mirar con los ojos más grandes toda la ciudad. En ese tiempo la cúpula era algo más que la cuna de los sueños que los turistas arrojan al vacío de la ciudad que se les hace universo, como si tiraran piedritas para ver si rebotan. 
A pedido de Luis Barolo, un empresario textil; en un plan magistralmente secreto del arquitecto Mario Palanti que construyó un edificio gemelo en Montevideo, Uruguay al que llamó Palacio Salvo, se inauguró en 1923 y supo ser con borgeano fervor hasta 1935, el edificio más alto de Buenos Aires que sirvió como escaramuza para el refugio de la logia masona, o lo que restaba de ella. El resto de la masonería española, que secretamente hubiera luchado a la par de los criollos en Buenos Aires en contra del absolutismo español, había marchado a Europa, que en incontenible efervescencia veía pasar las hojas del calendario y con ellas las esperanzas de una paz duradera. 


Edificio Kavanagh
Con el devenir de los años, y la llegada de la Segunda Guerra Mundial, y hacia 1935 el Gran Maestre dio por finalizados los mítines, en los que se conjugaban charlas fervorosas de dudoso contenido filantrópico y rituales satánicos en el edificio que reproducía como en un calco el Infierno, el Cielo y el Purgatorio de Dante y sus coros angelicales plasmados en el Faro que no se encendería durante un tiempo. Cuando el plan de trasladar los restos de Alighieri al Palacio Barolo, como encumbramiento de sus rituales, se vio definitivamente frustrado decidieron abandonar el palacio y trasladar sus actividades hacia otro sector de la Ciudad.

En 1935 se alzaba sobre el cielo porteño el Kavanagh, en ese momento edificio más alto de Sudamérica. Construido por Rodolfo Cervini, tiene la estructura similar a la de un barco y una cruz que le colocara el Congreso Eucarístico Internacional. Por la cercanía al puerto era el inmueble perfecto para recibir a los soldados nazis que desde Alemania, a mediados de los 40 comenzaran a esconderse en el país. El edificio, que da al pasaje Corina Kavanagh, ideado para que la Sra. Mercedes Anchorena no pueda acceder a la Basílica del Santísimo Sacramento en venganza por no bendecir la boda con su hijo; hoy es una construcción de estilo racionalista compuesto de viviendas y oficinas que ya no esconden criminales de guerra. 


Fermín Bereterbide
El Barrio Parque Los Andes, que también sirviera de escondite pero para víctimas del holocausto judío, fue emplazado en el barrio de Chacarita con la idea de crear un barrio de casas colectivas. Fue mediante un concurso, en el que resultara vencedor el arquitecto Fermín Betererbide, que se seleccionó el proyecto que se inauguró años después en 1928. Betererbide fue encarcelado años más tarde por sus ideas políticas, expulsado de las Sociedad Central de Arquitectos y exonerado de su cargo en la Municipalidad. Aparentemente las ideas socialistas de bienestar común y la búsqueda de calidad de vida, para las facciones de la población más necesitadas, no resultaban un buen maridaje con los estándares elitistas de la arquitectura de la época. Arquitectura que combinaba lo funcional y austero de las casas, con la ubicación estratégica de miradores en edificios que sin tanto ornamento se emplazaban abrazando los rascacielos de la ciudad, como compitiendo para ver cuál tocaba el cielo más rápidamente. 

Buenos Aires deslumbra con los edificios que han visto a una abnegada lectora de Beauvoir, Silvina Bullrich, pasearse de la mano de algún amante furtivo con la mirada perdida en los orbes que la transportaban otra vez a París. Edificios que han sido abrigo de las Musas de los Cronopios en los 5 rincones favoritos de Cortázar. Edificios que el arte plasmó en sus paredes, en sus calles, en sus bares, en sus canciones y la política calló alguna vez. Edificios que son el símbolo de hombres y mujeres que caminaron el tiempo acompasadamente, vertiginosamente, al ritmo de la historia que al mirar las agujas ya pasó. Un tiempo que suena a jazz, a tango y a pianos que ensayan y dejan escapar su melodía por alguna ventana del Colón. 

Con edificaciones de más de veinte pisos y ventanas que reproducen en un abrir y cerrar de ojos el vértigo de una ciudad desnuda, los edificios de la Ciudad de Buenos Aires, a lo largo y a lo ancho de sus barrios tienen muchas historias para descubrir y, aunque la autora sin otro objeto más que el lúdico haya introducido también algunas inexistentes en el texto, existen maneras de ser testigo de los edificios que vieron grandes a algunos hombres. 

Horacio Coppola - Buenos Aires (1936) - Florida y Bartolomé Mitre

Open House Buenos Aires es una de ellas. Con más de 80 edificios y propuestas para recorrer la Ciudad en bicicleta o la de sumarse a un tour fotográfico.
Las opciones tradicionales del Open son entre otras, la Biblioteca Nacional (1962), el Museo de La Ciudad (1895) y el Teatro Colón (1908) que continúa en la línea del sueño parisino que despertó en la Manzana de Las Luces, también parte del circuito (1972). Vanguardistas se emplazan los edificios de “Cement Gardens” (2008) con sus jardines verticales diseñados en metal, “Escuela Ecos” (1995) como muestra de que es posible transformar el espacio adaptándose a la naturaleza y la “Casa Scout” (2014) al abrigo de la ciudad como muestras de las nuevas formas de hacer arquitectura; porque entre los objetivos de CoHabitar Urbano, Organización sin fines de lucro que organiza el evento, se destaca como principal, el de ampliar la mirada y las perspectivas de quienes transitamos la ciudad cotidianamente; en un intento por reivindicar el vínculo que tenemos con el medio en el que vivimos.


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