lunes, 12 de marzo de 2012

Celebración de la angustia


La angustia desarrollada ampliamente por la teoría Lacaniana, y otro tanto (por nunca dejar de darme licencia pro inexactitudes) por el psicoanálisis freudiano; se define como la ausencia de toda posibilidad simbólica de expresión. Cuando no hay palabras que puedan representar lo que el cuerpo siente, lo que la sinrazón ordena; la angustia se apersona diligentemente y llena ese vacío. La angustia es todo ese mientras tanto, es el famoso revolotear de mariposas en la panza, esas palpitaciones fuertes, esa respiración descontrolada. Es todo eso que sentimos cuando nos cuestionamos el ¿"Si todo fuese, Si todo estuviera más cerca"?.
El deseo de una otredad, nos da motivos para seguir viviendo; y aunque tal vez los boleros nos cuenten algo distinto: "(..) Angustia de no tenerte aquí (...) la angustia llenó mi corazón hasta morir (...)"; la angustia es lo que la aspirina a la fiebre. Es el precio que debemos pagar por esperar obtener aquello que no tenemos. Es la esperanza acallada; porque no se expresa; porque no hay frases, ni canciones, ni poemas, ni mil boleros suficientes que la calmen; no hay metáforas ni olvido. La angustia nos socorre del olvido, del oprobio del mundo, nos da esperanzas y cuando todo pareciera haberse perdido nos sumerge en un profundo no sé qué. 
La pregunta que cabe hacernos entonces es: ¿por qué entonces la sociedad pareciera empecinarse en mostrarnos el costado negativo de la angustia? Desde un primer momento primitivo, la angustia supo emerger de entre nuestros dioses y monstruos para hacer de la vida algo más que un intento de supervivencia rutinaria y animal. Nos abrió un camino de posibilidades; porque cuando no hay protocolos válidos en los senderos sin reglas del sentir; se abre paso a la duda y se vislumbra una esperanza. Cuando no hay ruidos, cuando nada molesta y el silencio nos inunda, tenemos un tiempo para creer que todo puede mejorar; aunque de momento tal vez a veces pareciera que no. La anomia es algo que asusta hasta el más valiente; y sobre todo a aquellos que un día negro se propusieron disponer las cosas para cierto lado sin posibilidad de cambio.
Deberíamos entonces celebrar la angustia, y hasta de ser posible disfrutarla. "Mamar la savia de la vida" como Thoreau, abrazar las pinceladas de un Van Gogh ya sin orejas; y solazarnos una mañana cualquiera ante las puertas de un gran signo de interrogación que no exige una pronta respuesta. Se abre camino en el meanwhile de un día, donde lo único que resta es esperar.
El mundo sin angustia, sería una paradójica utopía que al reflejarse en un espejo nos mostraría las más distópicas realidades: es el mapamundi de nuestras creaciones, la brújula sin dirección que nos guía en un camino donde las distancias ya parecen haber sido señaladas.
¿Qué sería de Orfeo sin Eurídice, qué sería de Giovanna si no esperara a Antonio?, de seguro morirían todos los girasoles. No sólo los de Rusia; los de más acá también; como hubiese muerto de tristeza Penélope si la angustia; esa nostos constante no la hubiese acompañado a lo largo de los kilómetros de bufanda a la espera de Ulises.

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