jueves, 8 de marzo de 2012

Dulce esclavitud


Una de las aberrantes contradicciones de hoy día, que va disparándose hoy día exponencialmente hasta el infinito; es la dialéctica amo-esclavo del sistema bancario y los ciudadanos que se ven en la obligación de, al ser "bancarizados", verse abusados en el sentido más literal de la palabra, entronizando así a la institución madre del sistema capitalista actual por excelencia.
Como mencionara Paulo Freire, en su: "Pedagogía del Oprimido": "En la concepción bancaria, el sujeto de la educación es el educador el cual conduce al educando en la memorización mecánica de los contenidos. Los educandos son así una suerte de "recipientes" en los que se "deposita" el saber (...) El educador no se comunica sino que realiza depósitos que los discípulos aceptan dócilmente. El único margen de acción posible para los estudiantes es el de archivar los conocimientos" (...); así a aquellos que no son dueños del conocimiento que develaría al fraudulento sistema, se los desplaza y margina apresándolos como fruto de su propia necesidad.
Aquellos entonces que se vieron bancarizados, por el motivo que fuese (sea porque le efectuaron la apertura de una cuenta sueldo, o porque solicitaron un préstamo o producto bancario, etc) serán siempre aquellos que ignoren las herramientas para escapar de la red que los sofoca a la que en algún momento debieron recurrir. 
Al servicio de la exclusión, la tecnología se posiciona a los pies del sistema; obligando a ciudadanos que comúnmente no tienen aptitudes o conocimientos informáticos o tecnológicos, a endeudarse. Es así como en bancos públicos donde el caudal de clientes son proporcionalmente mayores en lo que respecta a planes sociales, beneficios como jubilaciones y pensiones; es decir entidades bancarias que desde su concepción debieran constituirse como al menos más solidarias que aquellas entidades de carácter privado que se especializan en la comercialización pujante, directa y agresiva de productos pasivos como tarjetas y préstamos que sirven de garras para quienes inmersos en la sociedad de consumo son tentados a consumir más de lo que podrían costear.

Un ejemplo, es el Banco de la Ciudad de Buenos Aires; entidad con trayectoria en el ámbito de la bancarización de aquellos que perciben planes sociales, jubilaciones, pensiones, y otros tantos beneficios de índole social; que ¿paradójicamente? ha recibido una distinción de la Universidad en Harvard y es motivo de estudios por su nivel de crecimiento ganancial en 4 años. Lo que no mencionan en el estudio, y sólo porque a quienes lo han premiado les sirve de ejemplo para seguir acrecentando el capital sin importar cómo, es que han relegado a aquellos quienes debieran ser la motivación de empuje y desarrollo del Banco, que se maneja actualmente como si en lugar de ser funcional a la administración de los recursos de la Ciudad, fuese funcional a los intereses del crecimiento de las alcancías personales de quienes lo dirigen. 
El banco no ha implementado beneficios para los clientes; por el contrario somete a jubilados, trabajadores, y beneficiarios sociales a cajeros automáticos; terminales de autoconsulta, homebanking (como si aquellos que deben acceder a un beneficio para subsistir pudiesen contar con el acceso a la web y a equipos informáticos) y un centenar de claves, colas, teléfonos que suenan pero nunca se atienden y burocracia multiplicada por doquier en todos los niveles. Como si fuera poco, (y no se sabe hasta qué puntos la automatización en el pago de servicios y en la gestión de operaciones no pareciera remitirse a una futura falta de liquidez que permitiría aumentar las posibilidades de fraude a niveles insospechados) se ha desplazado a los trabajadores bancarios de las líneas de caja; obteniendo así en primer lugar una mayor acumulación de capital por el ahorro de mano de obra; y se permite el sustento de la dialéctica que tiene presos a quienes desconocen el funcionamiento; y por ende, suscitan un mayor crecimiento aún del capital obtenido por los niveles de endeudamiento alcanzados.
Si el sistema ya se les presentaba distante; ahora los aliena, porque la posibilidad de que tal vez un ser humano los atendiera personalizadamente y les compartiera algunos de los conocimientos que desde las concepciones iniciales del propio sistema les fueron negados; desaparece ensanchando la brecha, dejándolos sin posibilidades de hacer uso de sus derechos que no son reconocidos a veces ni por ellos mismos; viéndose ante la única posibilidad de agachar la cabeza y seguir obedeciendo cual esclavo que nunca alcanzará la tan ansiada liberación.
Por otro lado, mientras se les niega las herramientas para una defensa de los derechos e intereses a los clientes de clase media, ni que hablar de aquellos de clase baja a quienes el Gobierno de la Ciudad bancarizó; a quienes son poseedores de cualidades asequibles para el banco; empresarios, capitalistas de ganancias de dudoso origen y futuros inversores de largo plazo, se los recibe en boutiques similares a las de un shopping donde pasan por la vidriera un centenar de millares que el resto nunca en su vida verá.
El Banco en complicidad explícita con el Estado; entonces incrementa sus ganancias en base a los excluidos del sistema, para beneficiar a aquellos que ya están en el edén de la comodidad financiera; habrá que preguntarse entonces hasta cuándo podrán los clientes sustentarlo en el tiempo; antes de que las conciencias atadas se liberen y finalmente rompan el circuito esclavista al que se ven sometidos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario