domingo, 30 de marzo de 2014

Abrazo de gol

"¿Hay algo más bonito que celebrar un gol?"
Andoni Bombín.


Transcurren tres cuartas partes del partido, y me sorprenden los niños que juegan al lado de la barrera, en esa especie de zanjón que separa a los 22 gladiadores, (en realidad 21 porque a Sanchez lo echaron) del público. Ellos, como yo, ignoran la concepción del tiempo y espacio. Juegan con esos globos blanquicelestes color Academia a ser espadachines y yo juego también. A esta altura no sé bien  a qué. Me parece lo más sensato, callarme un rato. Lancé en lo que va del partido y  haciendo cuentas:  dos: - "qué muerto sos Cahais", diecisiete: - "Favale la puta que te parió"  y seis: "la concha de tu madre All Boys". Todo sumado a los cantos proferidos a los de "Indesingente" que por esos milagros de la justicia divina, nos saludan desde la B.
La Guardia Imperial
En realidad no sé si soy de Racing. Y es porque podrìa cambiarme de camiseta como de bombacha, diariamente y hasta dos veces por día. No comprendo esa pasión desenfrenada, irracional de algunos tipos. Pero los acompaño en mi pasión desenfrenada e irracional por ellos. Si hay que cantar me aprendo las canciones como si fueran el mismísimo himno nacional; éso me asegura un punto adicional a la hora pre coito. Es como un precalentamiento para los tipos. Que sepa la formación del team de Mostaza Merlo, ese que salió campeón en el 2001, los excita. Que me haya aprendido cuàndo es off side, sin pasarme ni un milímetro de la línea los fascina. Que lo pronuncie "orsai" en un guiño idiomático los divierte. Tengo la teoría de que para algunos el fútbol es una extensión de su virilidad: los hace más machos, les añade el atávico garrote, le salen más pelos en las patas. Es todo un espectáculo verlos en la cancha. A la hora señalada hasta el señor más diplomático pierde los estribos cuando marca el primer segundo el marcador, y se olvidan de las madres que fuera de la cancha son sagradas.  Esas "madres" que veo replicarse en mil tatuajes con los colores de la Academia Racing Club que, de todos los clubes por los que he pasado, es el que más me simpatiza. Simpatiza digo porque no me tatuaría ni sus colores ni los de ningún cuadro de fútbol.
Los que me pasa con Racing y sus partidos, es que me hipnotiza su gente. Cuando entra el equipo el estadio se viene abajo, y como si hubiese ido a ver la tribuna y no el partido, me olvido que el escenario está abajo. Por la gente, y porque últimamente; alguien tiene que decirlo; los partidos son horribles. No soy comentarista de fútbol, pero tampoco creo que sea necesario ser científica para saber cuándo un partido vale la pena, y cuando no. 
Reinaldo "Mostaza" Merlo
Últimamente todos los partidos me parecen mediocres, de malos para abajo.  Si a mí me pagasen el sueldo que cobra un jugador de fútbol, me levantaría todos los días a las 05 de la mañana para correr. Hay quienes no corren detràs de la pelota. La dejan  ir. Entonces el partido que parecía ser de fútbol, según lo marca el ticket de entrada, se convierte en algo así como en una coreografía de ballet. En lugar de venir a ver: Racing vs. All Boys vine a ver "Fantasía". Lo que está debajo en la cancha no son jugadores, son hipopótamos de Disney a los que les reemplazaron el tutú por un short de Coca Cola. O sino son hipopótamos al menos se mueven como tales, como si les pesara el culo. -"Corré muerto!" es lo que pienso, -"Corré muerto" es lo que digo cuando tengo que pagar un choripan $45 y recuerdo lo que deben ganar esos muñecos.
 "Transpirar la camiseta". Se supone que el triunfo los va a encontrar al final del partido todos sudados, y aunque el partido haya sido olvidable; me llevaré por lo menos un lindo souvenir para alimentar el vouyer más exigente de una veintena de treinteañeros y no tanto, todos mojados, listos para un calendario a lo Pirelli.  Eso no sucederá, porque la camiseta ya no se transpira. "Dryfit"? No!: pereza. Los muchachos no corren aunque no estén cómodos en la tabla de posiciones. Los muchachos esperan. Tienen hambre de un gol que les caiga del cielo. 
Cuando el marcador anota un tanto, el abrazo de gol es inevitable. El abrazo de gol no es un abrazo común. Es un abrazo que conlleva muchos condimentos, esos que lo hacen único: un abrazo de gol tiene transpiración. Tiene calor humano; y lo tiene sea invierno (caso propicio porque uno lo está esperando desde que empieza el partido) y lo tiene sea verano: es el deseo masoquista de aumentar en el festejo aún más la temperatura. Pero por sobre todas las cosas, el abrazo de gol conlleva la alegría insoportable que hace que en el fervor necesites abrazarte hasta con un extraño. Usualmente te abrazas con el de al lado. Conozco casos, verídicos y comprobables de gente que se continúa abrazando como si el partido fuese a finalizar con el tanto hecho, y no se perpetuara los minutos que restan hasta completar los 90 minutos reglamentarios. Así el resto del partido, desfilan entre las hileras abrazándose hasta el ridículo, con el fervor desbordando y la ilusión de que la magia no termine nunca.
Está por terminar el partido. Es un cero a cero, nada emocionante. Siento no me llevé nada. Pienso en qué comentarios hacer después. Necesito levantarle el ánimo a mi compañero, que está  quedando alicaído después de una batalla que perdió, en este caso empató, sin haber siquiera participado. Se me hace que se me va a dificultar ganarme un partido hoy. 
Faltan diez minutos que parecen ser diez horas. Termina el partido: no hubo ningún gol. Pienso en anécdotas que leí en ediciones viejas del "El Gráfico", alguna historia de los ídolos académicos, no quiero que como decía el Diego: "Me corten las piernas".


La crónica ha sido publicada en Revista Clarimonda: http://issuu.com/revista.clarimonda/docs/clarimonda__34_f__tbol_-_completo (página 23).

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